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miércoles, 22 de agosto de 2018

La Encina


ENCINA :

Encina encontrada en la Sierra de Noez.
 Su nombre científico es Querqus Ilex. La encina es capaz de resistir una temperatura superior a 30º  en verano y ausencia de lluvias y en invierno a temperaturas de -20º y a lluvias intensas.

Su nombre científico es en latín Quercus ilex-, uno de los árboles con mayor dispersión del sur de Europa. Se trata de una especie de la familia de las Fagáceas que ha desarrollado poderosas adaptaciones a las cambiantes condiciones del Mediterráneo, una zona caracterizada por sus valores estacionales extremos de temperatura y precipitación, sobre todo en su área de interior continental.

La gran dispersión de la encina se debe también a su capacidad de adaptación a prácticamente cualquier tipo de suelo, desde granito a caliza pasando por arcillosos-margosos -siendo éstos últimos sus preferidos-.
A continuación vamos a analizar todas las adaptaciones que ha desarrollado la encina y que hacen de esta especie una superviviente excepcional:
  1. Porte bajo: la forma ‘achaparrada’ de la encina -no suele superar los 20 metros de altura- junto con su tronco fuerte y ancho son una adaptación que permite desarrollar una copa ancha muy necesaria. Asimismo, no necesita una gran altura ya que se localiza generalmente en zonas con elevada radiación solar, por lo que no necesita estirarse para llegar a la luz solar como hacen otros árboles heliófilos de ambientes más umbríos.
  2. Copa ancha: la copa tan ancha es una herramienta básica que ha desarrollado la encina. Debido a su anchura, la copa proyecta una sombra muy potente sobre el tronco y la tierra para rebajar la temperatura de la base en verano. 
  3. Hoja dura y pequeña: la hoja de la encina es una obra de ingeniería de la naturaleza. Se trata, lo primero, de hojas perennes que han reducido su tamaño al máximo para así reducir también la evapotranspiración a través de ellas. Cuanto más pequeña la hoja, menor evapotranspiración y por tanto más agua se queda la planta o el árbol en condiciones de necesidad. Esta adaptación la vamos viendo a medida que nos acercamos a zonas desérticas, donde las plantas han llegado a una adaptación máxima transformando sus hojas en espinas.
  4. Productos céreos que recubren la hoja: las hojas de la encina presentan una capa de productos parecidos a la cera que ayuda también a reducir la evapotranspiración en tanto que endurecen la hoja. Esto es típico de las especies esclerófilas.
  5. Estomas situados en el envés de la hoja: al revés que muchas plantas, la encina ha situado sus estomas -que son aperturas microscópicas del tejido epidérmico de los vegetales por donde se realiza el intercambio de gases entre la planta y el exterior- en el envés de la hoja, dificultando así la evapotranspiración.
  6. Pelitos blancos en el envés: estos pelitos se localizan en el envés de la hoja, sobre los estomas, para retener al máximo el agua evaporada. 
  7. Cierre de los estomas: la encina tiene la capacidad de cerrar los estomas para impedir que se evapore el agua de su interior cuando detecta que hay poca agua en el ambiente. Así pues, la encina es capaz de inutilizar sus hojas cuando las condiciones ambientales no le son favorables.
  8. Hojas con pinchos laterales: la hoja de la encina desarrolla pinchos para evitar la evapotranspiración cuanto más seco es el ambiente.
  9. Fotosíntesis en las horas de menor calor: este árbol es capaz de realizar la fotosíntesis, en verano, durante las primeras y las últimas horas del día. El resto del día cierra los estomas y reduce su actividad fotosintética al mínimo.
  10. Las hojas se disponen en todas direcciones: esto es una adaptación que busca reducir la absorción de radiación solar. Dada la abundancia de horas de luz que hay que en el Mediterráneo, la encina no necesita tener todas sus hojas en posición horizontal para captar la luz -al revés que lo que sucede en zonas donde la luz escasea, donde los árboles caducifolios como las hayas colocan sus hojas de forma horizontal para aprovechar cualquier rayo de sol-. De esta manera, la encina evita “achicharrarse” y deshidratarse con las altas temperaturas veraniegas del sur de Europa.
  11. Inactividad en invierno a partir de los 0ºC: La encina también sobrevive a temperaturas bajo cero. Para ello, cuando llega el otoño va cesando su actividad hasta llegar a un estado de inactividad casi total a partir de los 0ºC.
  12. No renueva la hoja: la encina es de hoja perenne, lo cual quiere decir que no renueva su hoja. Esto es así ya que si lo hiciera supondría un esfuerzo enorme para un árbol que no tiene a su disposición recursos suficientes -sobre todo agua- como para cambiar su follaje y probablemente moriría. Las especies que sí lo hacen, llamadas caducifolias, como las hayas o los castaños, tienen acceso a gran cantidad de recursos -agua abundante en forma de lluvia casi todo el año así como capas importantes de nutrientes en descomposición en el suelo-.l

La encina crece muy alegre en cualquier terreno, sobre todo en terrenos donde otras especies de árboles no pueden crecer: arenosos, húmedos, muy sueltos y rocosos.

Es un árbol robusto y frutal, crece lento, primero es un arbusto y luego a partir  de 5 años empieza a desarrollar su tronco, a los 15 años da sus primeras bellotas y se vuelve un árbol con una ostentosa copa con hojas perennes que da mucha sombra. 
La raíz se clava fuertemente al subsuelo y su raíz principal es larga con ramificaciones gruesas y profundas que se extienden a gran distancia.
De corteza oscura y resquebrajada, de tronco corto, a veces derecho, a veces torcido, de copa ancha y voluminosa, que da mucha sombra, siempre verde, de ramaje denso e intrincado.

La edad media es de 400 años pudiendo alcanzar los 1000 años.

Para completar la información de la encina hay que decir que su fruto es la bellota y que se puede encontrar tanto en formaciones boscosas de encinar como en dehesas. La dehesa es probablemente el paisaje agrario más característico de la Península Ibérica y se trata de un bosque de encinas clareado por la mano del hombre para su aprovechamiento ganadero -generalmente porcino- y que constituye unos de los ecosistemas más frágiles de nuestro país.
Por todo ello, podemos afirmar que la encina es uno de los mejores ejemplos de superación y adaptación ecológica a todo tipo de condiciones geográficas y por eso nos gusta tanto.
La encina es símbolo de longevidad y solidez y según Tito Livio de justicia y fuerza.

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